No me juzguéis, ¿vale? Pero el otro día estaba necesitaba ponerme algo de fondo mientras hacía otras cosas (no era un informe pericial, por desgracia) así que, en lugar de escuchar música, decidí ver Un príncipe de Navidad. Sí, esa película de Netflix que ellos mismos describían que era un dolor en las zonas nobles. La curiosidad mató al gato, y esas cosas. Y sí, es exactamente lo que prometían: una aberración. Es una de esas pelis que son tan sumamente malas que al final te tienen que gustar. Pero cuál fue mi sorpresa cuando, en determinado momento de la película, aparece una carta manuscrita. Y en un alucinante giro de los acontecimientos… Espera, te lo cuento con más detalle. Sin spoilers, te lo prometo.
¿Qué leches está pasando en Aldovia?
Para empezar, ¿qué les pasa a todos y cada uno de los personajes que salen en esta película? ¿Por qué una niña de nueve años (o los que sean) parece la única persona cuerda de la historia? ¿¿Por qué presumen de ser unos arqueros maravillosos en la familia real y ni siquiera saben cómo coger un arco?? Diría que tal vez es cosa del agua del Aldovia, pero la protagonista, Amber, es de Chicago, y es la que más ida de la olla parece estar. Bueno, creo que es de Chicago, porque en la segunda parte de la película ella y la cafetería de su padre se han trasladado mágicamente a Nueva York. Así, porque sí, porque la magia de la Navidad. Si no habéis visto la película, y para no liarme a comentar el gritón de barbaridades que salen por cada cinco minutos de metraje, os dejo el tráiler aquí mismito:
Siento que esté en inglés, pero Netflix no tuvo la amabilidad de subirlo en español a su canal (o no lo encuentro). Pero tampoco importa mucho lo que lo dicen. La cosa es que Amber es una periodista torpe nivel Rompetechos y casi, casi tan mala como su propia película. Como no vale ni para hacer fotocopias, la mandan a Villatempujodearriba (aka, Aldovia) a cubrir una rueda de prensa que el príncipe de Aldovia decide cancelar en el último minuto. Espero que el vuelo te haya salido baratito, Amber… Total, que como no puede cubrir la rueda de prensa, se infiltra con sus habilidades de ninja en el palacio para hacerle fotos a las armaduras. Porque sí, porque es así de guay ella. Pero entonces resulta que es toda una Letizia Ortiz en potencia y se va enamorando poco a poco del príncipe. Lo que sucedió a continuación te sorprenderá.
¿Pero esto no iba de pericia caligráfica?
Espera, ya llegamos a esa parte. Como decía al principio de la entrada, en cierto momento de este peliculón aparece una carta manuscrita que puede decidir el destino de la familia real y de todos los habitantes de Aldovia. Alguien llega corriendo con la carta en la mano y la presenta como prueba irrefutable (en plan: «¡No soy Rey Mago, soy Chiquetete!»). Entonces un pavo cualquiera exige examinarla. Y en cosa de diez tensos… segundos decide que… ¡la carta manuscrita es auténtica! ¡Y el sello también! Y NADIE LO PONE EN DUDA.
Vale, es Aldovia, un país donde todos los habitantes hablan con acento británico porque lo hizo un mago, donde la familia cambia las leyes porque escupe más lejos y donde los reyes se coronan en una ceremonia de boda en la que se casan con su propia corona. ¡Pero que esa carta podría ser falsa! La letra, la firma o el documento en sí podrían estar manipulados. Vale que en el agua les echan cosas chungas pero, ¿de verdad que a nadie se le ocurre ponerlo en duda? ¿Ni siquiera al malo de la peli?
Así que, ahí dejo una nota para los señores de Netflix: anda, sed buenos y haced una película acerca del trabajo de los peritos calígrafos. Si acaso alguna vez pasáis por Aldovia y os ocurre algo de esto, haceos un favor y contactad con un perito calígrafo. Estamos aquí para ayudaros. E incluso para resolver crisis nacionales e internacionales.
Pon un prínc… digo, un perito en tu vida
¿Pero sabéis qué es lo mejor de todo? ¡Que hay segunda parte! A Christmas Prince: The Royal Wedding. Absolutamente maravillosa. En esta no hay cartas manuscritas, pero sí que hay todavía más chorradas e incongruencias que en la primera peli. Incluso se ríen de ellos mismos. Como para no.
Lo sé porque la he visto.
No me avergüenza decirlo.
Bueno, solo un poco.
Culparé a Netflix de mis próximos problemas emocionales y de que no haya un árbol de Navidad exquisitamente decorado al estilo Isabel Preysler en todas y cada una de las habitaciones de mi casa. En el baño quiero dos. Os dejo con el mejor GIF que ha parido esta película.
Felices fiestas, queridos lectores.
Y que el año que viene os traiga muchas cartas manuscritas.
Y un nuevo viaje a Aldovia.